Candela Botas • 10 de octubre de 2025

Dolor miofascial: qué es, cómo detectarlo y tratarlo

¿Qué es el dolor miofascial y por qué aparece?

El dolor miofascial, también conocido como síndrome de dolor miofascial, es una afección musculoesquelética que se caracteriza por la presencia de puntos gatillo o “nudos” dentro del músculo o su fascia (el tejido que lo recubre). Al presionar estas zonas, se produce dolor localizado o incluso irradiado hacia otras partes del cuerpo.


Este tipo de dolor puede originarse por múltiples causas: movimientos repetitivos, malas posturas mantenidas, estrés, tensión emocional o sobrecargas musculares. Todo ello puede provocar contracciones sostenidas que generan rigidez y molestia.


Las personas que lo padecen suelen describir una sensación de dolor profundo, persistente y punzante, acompañada de rigidez o limitación del movimiento. En algunos casos, se asocia con fatiga, dificultad para dormir o sensibilidad aumentada en la zona afectada.


Cómo detectarlo y tratarlo

El diagnóstico del dolor miofascial se basa en una evaluación clínica cuidadosa. El profesional de salud realiza una exploración física buscando puntos gatillo, que al presionarse reproducen el dolor característico. En algunos casos se utilizan pruebas complementarias como ecografía o resonancia para descartar otras patologías musculares o articulares.


Algunas opciones comunes:

  • Fisioterapia / ejercicio terapéutico: estiramientos suaves, fortalecimiento, corrección postural, técnicas de energía muscular, movilización y masaje focalizado.
  • Masajes y técnicas manuales: ayudar a liberar el tejido tenso, mejorar la circulación y reducir la rigidez.
  • Punción seca / inyecciones en puntos gatillo: viviendas que introducen agujas (sin o con medicación) para “romper” el nudo.
  • Terapias instrumentales: ultrasonido, estimulación eléctrica (TENS), ondas de choque como complemento.
  • Medicamentos: analgésicos, antiinflamatorios, relajantes musculares o, en algunos casos, antidepresivos, según indicación médica.
  • Medidas de autocuidado y cambios en el estilo de vida: corrección ergonómica, pausas activas, manejo del estrés, higiene postural constante.


El tratamiento más efectivo es multidisciplinar y combina diferentes enfoques. La fisioterapia es fundamental: incluye estiramientos, ejercicios de fortalecimiento, técnicas de relajación muscular y masajes específicos. También pueden emplearse tratamientos como la punción seca, ultrasonido terapéutico, estimulación eléctrica o aplicación de calor.


En determinados casos, el médico puede indicar medicación analgésica, antiinflamatoria o relajantes musculares para controlar el dolor. Además, resulta esencial corregir posturas, realizar pausas activas durante el trabajo, cuidar la ergonomía y gestionar el estrés.

Con un abordaje adecuado y constante, la mayoría de los pacientes experimenta una mejora significativa, recuperando movilidad y calidad de vida.


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