
Lorena+Ar%C3%A1nzazu+R Rabanal • 16 de noviembre de 2025
Cómo elegir el calzado adecuado para prevenir lesiones musculoesqueléticas
Elegir el calzado adecuado es un aspecto fundamental para mantener una buena salud musculoesquelética, aunque a menudo se pasa por alto. El tipo de zapato que utilizamos influye directamente en la forma en la que caminamos, en la alineación del cuerpo y en la distribución de las cargas durante el movimiento. Un calzado inadecuado puede provocar molestias en los pies, rodillas, caderas e incluso en la zona lumbar, especialmente si se usa durante muchas horas. Por ello, es esencial conocer las características que debe tener un buen zapato y saber identificar cuándo un modelo no es adecuado para nuestra biomecánica.
Muchas lesiones comunes, como fascitis plantar, tendinopatías, esguinces recurrentes o dolores articulares, pueden relacionarse con calzados inestables, desgastados o poco adaptados a cada tipo de pie. La prevención empieza por comprender qué elementos del calzado influyen en nuestra postura y movimiento, facilitando así una elección más segura y saludable en el día a día.
1. Características esenciales de un calzado saludable
Un buen calzado debe proporcionar estabilidad, soporte y amortiguación. La suela debe ser flexible en la zona del antepié pero resistente en el talón, lo que favorece una pisada natural y reduce el impacto en cada paso. El contrafuerte —la zona trasera del zapato— debe ser firme para evitar movimientos laterales excesivos del tobillo, una de las causas más frecuentes de esguinces y desequilibrios musculares.
Es fundamental también que el zapato se adapte al tipo de pisada de cada persona. Existen modelos neutros, pronadores y supinadores, pensados para corregir o acompañar distintos patrones de movimiento. Además, elegir la talla adecuada es clave: un dedo de espacio libre en la puntera y un ajuste cómodo sin puntos de presión evitarán rozaduras y sobrecargas.
2. Factores a tener en cuenta según la actividad diaria
El calzado debe adaptarse al uso que se le va a dar. No es lo mismo un zapato para caminar largas distancias que uno para trabajar muchas horas de pie o practicar deporte. Para actividades de impacto, como correr o realizar entrenamientos intensos, es recomendable un calzado con mayor amortiguación y estabilidad. En cambio, para el día a día, se prioriza la comodidad y el soporte del arco plantar.
También es importante revisar el estado del calzado con frecuencia. Un zapato desgastado pierde sus propiedades y aumenta el riesgo de lesiones musculoesqueléticas. Cambiarlo antes de que presente deformaciones visibles garantizará una mejor protección para articulaciones y tendones. Consultar a un especialista en caso de molestias recurrentes puede ayudar a identificar el tipo de calzado más adecuado para cada persona y prevenir problemas a largo plazo.
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